Callejón sin salida de la Izquierda vs. Crítica destructiva – Políticas de contrainsurgencia en China y cómo responder

de los amigos y amigas de gongchao (junio 2012)

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En la primavera de 2010, los trabajadores de una planta en la ciudad industrial de Foshan (Guangdong) fueron a la huelga. Lograron superar la división entre trabajadores permanentes y los estudiantes de tecnología en prácticas, y lograron detener toda la producción de Honda en China. La compañía transnacional se vio obligada a incrementar el salario de los trabajadores en más del 30%. El conflicto desencadenó una ola de huelgas en diferentes industrias y regiones que duró aproximadamente dos meses. En otoño de 2011, los habitantes de Wukan (Guangdong) tomaron el control de su pueblo rural y expulsaron al partido municipal y al personal del gobierno. Oficiales corruptos habían vendido tierra sin compensación alguna a los campesinos. Después de que la comunidad local se deshiciera de la policía y estableciera grandes asambleas en el centro del pueblo durante varias semanas, el gobierno aceptó una investigación sobre la venta de tierra y elecciones para un nuevo gobierno municipal.

Éstos son prominentes ejemplos del éxito y fracaso de las políticas de contrainsurgencia del gobierno chino. La agitación social se ha incrementado desde mediados de los años 1990, movilizando a las tres clases peligrosas –campesinado, trabajadores urbanos y trabajadores migrantes. Los conflictos de tierra, huelgas y revueltas en el área rural, así como en las ciudades, podrían ser los precursores de una explosión de luchas que podría dinamitar las actuales estructuras socioeconómicas de poder. Sin embargo, las políticas de contrainsurgencia tuvieron éxito, ya que tal explosión no ha sucedido todavía, a pesar de la tensión y de las fricciones. La agitación social ha supuesto inmensa presión sobre el régimen, pero no ha dañado el anclaje del poder. La nueva clase dirigente de los oficiales del viejo Partido, así como sus retoños1 capitalistas y sus aliados, no sólo han modernizado y fortalecido el sistema anti-revueltas, sino que también han creado una variedad de instituciones para mediar, pacificar e integrar los conflictos sociales.

Si bien la explosión no ha ocurrido hasta ahora, puede que todavía ocurra. Las razones por las cuales ni la represión ni la integración –ni una cierta mejora en las condiciones de vida- han prendido con éxito la llama de la revuelta, se pueden entender como debidas a una lista de horrores sociales: una enorme diferencia de ingresos, desplazamientos, bajos salarios, largas jornadas de trabajo, carencia de seguridad laboral con millones de muertos o trabajadores mutilados, falta de un sistema efectivo de protección social y malversación de caudales públicos –cada uno de ellos constituye una razón para seguir luchando. Hay dos cuestiones que el proletariado, el campesinado y todas las indignadas e indignados de China y del resto del mundo finalmente debemos responder: teniendo en cuenta que el capitalismo produce esos horrores sociales, ¿cómo podemos librarnos de él y qué viene después?

¿Lo de antes no era comunismo o lo de ahora ya no es comunismo?

En 1978, el régimen del Partido Comunista (PC) chino recorrió el camino desde el socialismo de Estado capitalista al capitalismo de Estado socialista. El viejo sistema socialista había combinado la creencia modernista en el desarrollo industrial (taylorista, fordista) con la reforma agraria, sanidad para todos y bienestar social, de un lado, y apartheid urbano-rural, nacionalismo, militarismo, autoritarismo y patriarcado, de otro. Las crisis políticas, económicas y sociales del socialismo de Estado en los años 1960 y 1970 obligaron al régimen a reformas de ensayo y error, sin saber dónde terminarían. Se puede denominar tal proceso como las tres largas décadas de reforma y desarrollo.

En la primera larga década desde 1978 a 1992, el PC y las estructuras del Estado comenzaron a cooperar con el capital transnacional para cambiar las condiciones de la acumulación de capital y la reproducción de la fuerza de trabajo. Se permitió despilfarrar el capital extranjero en el país. El Estado chino proporcionó las condiciones para la industrialización rentable mediante, por ejemplo, relajando las férreas políticas de migración y, de ese modo, ampliar el suministro de nueva fuerza de trabajo para las Zonas Económicas Especiales de reciente creación. Las primeras grietas habían comenzado a emerger en el socialista Tazón de Arroz de Hierro: una serie de medidas de bienestar accesibles sólo para una minoría de entre la mayor parte del proletariado urbano. Además, el Partido Comunista empezó a eliminar su anterior retórica de lucha de clases, comenzando a utilizar conceptos reaccionarios de estratificación social2, mientras mantenía otros elementos del “pegamento social” maoísta, tales como el nacionalismo chino y la represión. Mientras tanto, la mercantilización intensiva de mano de obra, crisis económicas y aumento de la presión del trabajo llevaron a un descontento popular en muchos lugares del país, que culminaron en el Movimiento de Tian’anmen en 1989. Contrariamente a lo que comúnmente se cree, éste no fue sólo un movimiento estudiantil y pro-democracia, sino una revuelta popular masiva contra las condiciones sociales y el régimen. La represión ejercida contra el movimiento, con miles de víctimas, penas de muerte y arrestos, debilitaron la oposición popular y abrieron el camino a ataques aún más duros contra la clase trabajadora.

Durante la segunda década, que va de 1992 a 2002, el Estado reestructuró la economía estatal mediante la privatización o cierre de las compañías estatales pequeñas o medianas y transformando las de mayor tamaño en “trusts” (fideicomisos) estatales orientados al beneficio económico. Millones de trabajadores fueron despedidos, muchos de los cuales no pudieron encontrar trabajo en el nuevo sector privado y formaron la nueva masa urbana parada y pobre. Esta destrucción del Tazón de Arroz de Hierro a mediados y finales de la década de 1990 llevó a masivas luchas de la clase trabajadora urbana, que no pudo parar la reestructuración, pero la desaceleró y consiguió concesiones monetarias. Al mismo tiempo, explotó la entrada de capital transnacional en las provincias del Este de China. Durante la década de 1990, la mayor parte de la población rural joven se trasladó a las ciudades a trabajar en las fábricas, en el sector de la construcción y en el de servicios. El régimen comprendió que era necesario modernizar las formas de represión y resolución de conflictos. Mientras creaba una gran fuerza policial de contrainsurgencia, también introdujo un nuevo orden legal de leyes laborales y regulaciones para la mediación de conflictos laborales. La tercera larga década comenzó sobre 2002. El PC permitió a la nueva élite inscribirse en él, convirtiéndolo en un partido comunista de capitalistas. La nueva composición de clase, incluyendo un número cada vez más elevado de trabajadores migrantes, comenzó a tomar forma en el gran número de luchas, cada vez más frecuentes. La segunda generación de trabajadores migrantes que llegó a las ciudades en la década de 2000 ha aprendido de la experiencia de otros compañeros migrantes anteriores de sus propios pueblos o familias. Quieren quedarse en las ciudades, quieren acceder a participar en la riqueza que producen y por la que están dispuestos a luchar. Están considerados parte de la “población rural” y tienen que encontrar maneras de bordear el régimen hukou existente, que les otorga un status social inseguro, similar al de migrantes “temporales” de los países occidentales. Además, durante la década de 2000, el área rural ha visto innumerables luchas de campesinos contra la desposesión de sus terrenos, robo de tierras, contaminación industrial y corrupción gubernamental. El incremento del número de luchas ha obligado al régimen a comprometerse en políticas de “apaga-fuegos”. En casos de luchas proletarias o campesinas de gran escala, envía no sólo a la policía antidisturbios, sino también a oficiales del Gobierno con maletines de dinero. De nuevo, se han adoptado nuevas leyes y se han creado nuevas agencias gubernamentales para canalizar las reclamaciones sociales, basándose en la ridícula propaganda estatal confuciana sobre una “sociedad armoniosa” –que se traduce en amenazar a toda persona que “rompa” la paz social y desafíe la actuación del Partido Comunista3.

¿La cuarta larga década o el principio del fin?

En pocos años, puede que veamos el 2010 como el principio de una cuarta década de reformas. La crisis global y el incremento de luchas sociales en todo el mundo han cambiado el contexto. En China, las crisis sociales y los conflictos pueden traer oportunidades de cambio. La huelga de Honda y la ola de huelgas consecuente, junto a una serie de suicidios en el gigante productor de electrónica Foxconn, han tenido un gran impacto en el debate público sobre la agitación obrera y la justicia social dentro de China. Mientras que algunos proletarios pueden emplear las huelgas como medio de lucha (porque trabajan en unidades industriales con cientos o millares de otras personas con intereses similares), otros continúan utilizando las revueltas populares y disturbios como medio para expresar su ira y una manera de “negociación colectiva mediante la revuelta”. El incremento de las maneras autónomas de organización entre trabajadores y campesinos ha aumentado el espectro de la revuelta y ha llevado a un renovado debate dentro de las estructuras de poder sobre cómo tratar la presión social desde abajo.

Mientras tanto, interconectado con la intensificación del antagonismo de clase, muchas de las instituciones en las que se apoya la sociedad china han sufrido dramáticos cambios desde la década de 1980; lo que ha supuesto una crisis de la reproducción social y de las relaciones de género, así como el surgimiento de luchas (de mujeres) entorno a la organización de la reproducción y la libertad social. La migración, la Política del Hijo Único y la desintegración latente de la familia biológica han supuesto el cambio de estatus de las mujeres en las familias y en la sociedad, así como una grave “crisis de los cuidados”.

Como siempre, el capital utiliza los deseos de los oprimidos de mejorar las condiciones de vida para implementar nuevas formas de control y explotación. En este caso, muchas mujeres han adoptado las oportunidades que ofrece la migración para escapar del control patriarcal y la opresión en los pueblos, sólo para terminar en un nuevo mundo industrial de explotación bajo un régimen patriarcal diferente. En combinación con la mercantilización y el aumento de los costes del trabajo doméstico, la sanidad y la educación, ha producido una inmensa miseria social y ha profundizado en los miedos existenciales. Los trabajadores en China están obligados a mejorar su suzhi personal (calidad social o capital humano) para mejorar sus oportunidades en el mercado de trabajo y cumplir con los requisitos de reproducción4, mientras que largas jornadas de trabajo y la migración de larga distancia han resultado en dramáticas “crisis de tiempo” en la vida diaria de los trabajadores5. Otras tensiones sociales han surgido de la existencia simultánea de desempleo, precariedad, explotación, actual discriminación racial contra migrantes y las denominadas minorías, así como políticas industriales discriminatorias en razón de edad, que favorecen la mano de obra joven.

El Estado sabe que debe mantener orquestando estas tensiones y, con ese objetivo, crea y emplea tecnologías sociales para debilitar las revueltas sociales. Están intentando adaptar los mecanismos de resolución de conflictos a las nuevas relaciones laborales. Esto incluye una mayor modernización del régimen migratorio (hukou), nuevas regulaciones laborales y la rígida canalización de conflictos a través de agencias y sindicatos estatales. Sobre todo, el régimen está usando su nuevo poder económico y su rol imperial para comprobar y asegurar el crecimiento económico –a pesar de los efectos catastróficos del mismo en la naturaleza y en las personas. Tiene que asegurarse cumplir la autoproclamada tasa de crecimiento del 8%, para que pueda crear suficientes puestos de trabajo para los viejos y nuevos trabajadores y, por lo tanto, prevenir mayor agitación social. También necesita tal crecimiento para defender la bandera del sueño capitalista de continuas mejoras materiales y la promesa de una mejor vida personal para la clase reprimida, a la que mantiene en el trabajo: encadenada, pero de buen humor.

Lo que vemos en esta posible cuarta fase de reformas es un autodenominado Estado socialista de mercado que todavía se centra en el crecimiento capitalista y la modernización y que ahora se plantea la “privatización” de la tierra del área rural y el final de la industrialización de la agricultura. Ésta es la última gran reforma que podría completar la proletarización de las poblaciones rurales, quitándoles sus (limitados) medios de subsistencia. El Estado está mezclando estrategias de explotación capitalista y subsidios a desempleados con una serie de técnicas sociales de tolerancia represiva con las que el proletariado “occidental” tiene que tratar. Si reparamos en ello desde una perspectiva de revolución social y liberación, las cualidades represivas de las políticas chinas de contrainsurgencia y los ajustes capitalistas (formas de reestructuración tendentes a debilitar a los trabajadores –como la reubicación de capital, automatización, división de la mano de obra según el género, etc.)6 son evidentes objetivos de lucha. Sin embargo, otros objetivos están oscurecidos por los intereses divergentes de los agentes de izquierda y las ideologías.

Callejón sin salida de la Izquierda vs. Crítica destructiva

Si las luchas se extienden por China, se podrían abrir nuevas perspectivas sociales de cambio. Hace diez años, las luchas consistían en formas de organización basadas en el parentesco o la afinidad y estaban limitadas a pequeñas movilizaciones en una empresa o barrio. Una década después, al emerger un nuevo estrato de activistas laborales, junto con los denominados abogados de la ciudadanía y los periodistas ciudadanos, grupos que comparten intereses han complementado las redes de parentesco y afinidad7. Aunque todavía limitada por la división hukou (entre trabajadores del campo y los que no lo son), así como entre el trabajo y las jerarquías de la comunidad reflejadas en los comités de huelga y en las iniciativas autogestionadas, resulta evidente que una nueva (re)composición de clase crea dinámicas sociales sorprendentes: olas de huelgas, imitación y efecto dominó de raíz, debates sobre las condiciones, luchas, estrategias de organización y cambio en la nube digital de los chats y páginas web, así como en las rutas físicas de migración y dentro de las comunidades proletarias. Todo ello tiene efectos en las clases trabajadoras rurales, migrantes y urbanas, incluyendo las denominadas hormigas (yizu), trabajadores de cuello blanco formados pero precarios, que ansían una carrera y terminan en trabajos de baja cualificación. El régimen chino teme que esta nueva subclase pueda formar coaliciones con los proletarios de cuello azul y rosa y derrocar el orden actual –como durante las Revoluciones Árabes.

Mientras tanto, lo que se podría vastamente definir como “la izquierda” en China resulta pequeña y fragmentada. Una gran parte está influenciada por diferentes interpretaciones del maoísmo, apoyando luchas obreras a la vez que se mantiene fiel a conceptos del Partido y al nacionalismo. Activistas de ONGs, muchas de las cuales están subvencionadas por fundaciones, sindicatos o iglesias de Hong Kong o algún otro lugar occidental, oscilan entre el trabajo social y el reformismo estatal, pero también entre el activismo de base y el empoderamiento de los trabajadores. La difusión de las ideas neo-marxistas y feministas, así como un nuevo interés en las luchas obreras y el deseo de participar en círculos académicos más jóvenes son signos prometedores. Sin embargo, esta pequeña “izquierda” debe tratar continuamente con la censura, represión y amenazas por parte de las fuerzas de seguridad, de un lado, y, de otro, una fuerte presión del Estado y el aparato del Partido para seguir la línea de la “armonía social” y ayudar a transformar el poder de clase en un arma contundente de colaboración social.

Un ejemplo de las ilusiones de la izquierda y de los lobby políticos es el debate sobre los sindicatos. Las asociaciones sindicales son un arma de posible control y pacificación de las luchas obreras. Pueden representar los intereses materiales de los obreros contra el interés del capital y del Estado, pero sólo dentro de unos ciertos límites dentro del sistema y aceptando los mecanismos capitalistas –de lo contrario, tendrán que romper con su labor de sindicato. En China, los sindicatos son todavía organizaciones de masa del PC y dependen directamente de la subvención estatal y de las directivas del Gobierno. Se oponen a todas las huelgas y atacan las técnicas independientes de organización obrera. Ello no evita que los defensores de izquierdas del sindicalismo militante o reformista –maoísta o no- pidan “reformas” de los sindicatos estatales, para que puedan cumplir su función de verdaderos sindicatos contra el capital y el Estado. Otros protagonistas de la izquierda están a favor de la creación de sindicatos independientes de estilo occidental, contando con ellos para actuar a favor de los intereses de los trabajadores, ignorando así la larga historia del compromiso sindical8 y el debilitamiento de las luchas obreras por esos mismos sindicatos en diversos lugares en todo el mundo.

Más que proporcionar el adecuado kit de reparación de “la izquierda” para la desintegración de la estructura social capitalista, engrasando los engranajes del arbitraje y pacificación de las luchas sociales, o incluso reinventando el mito de un “Estado de trabajadores”, la izquierda debería comprometerse más y apoyar los procesos de “creación de clase” mediante la ruptura con la censura estatal y la difusión de más información sobre luchas en China y más allá, y absteniéndose de su rol constructivo dentro de los límites del capitalismo y forjando herramientas de crítica destructiva. Esta forma de crítica necesita mirar a través de la propaganda estatal, así como la niebla alrededor de la explotación capitalista e iluminar las luchas que pueden abrir perspectivas más allá de capitalismo. Los métodos concretos deberían incluir, por lo menos, dos elementos –vestigios de los que se pueden encontrar en la historia de las políticas revolucionarias en China: el análisis de los procesos de (re)composición de clase desde la perspectiva obrera y de otras opresiones; variaciones de conricerca (co-investigación), el intento mediante la indagación militante a romper las divisiones entre obreros, activistas y los denominados intelectuales, tanto en China como en relación a proletarios y activistas de otros lugares –como parte de una nueva organización desde abajo.

Perspectiva globalizada

Éste es, por supuesto, no sólo un desafío para la izquierda de China y alrededores, sino para todo el mundo. Resulta sorprendente cómo –después de décadas de proyectos fallidos de partidos de izquierda, movimientos de liberación nacional y socialismo de Estado o socialdemocracia- una gran parte de la izquierda todavía se mantiene en la vieja narrativa de la construcción del Estado, parlamentarismo del sistema de partidos, paternalismo y políticas de poder –incluso en un período de crisis global y miseria que ha llevado a ira y rebelión sociales sin precedentes.

Se trata de un tiempo de ataque al modelo del trabajo barato, de ideas de colaboración social y compromisos del Estado de bienestar. La izquierda debe desprenderse de los conceptos de boicot de consumo, responsabilidad empresarial y presión de izquierdas y comprometerse en la solidaridad no paternalista, cruzando fronteras físicas y virtuales. El desfasado inter-nacionalismo necesita ser reemplazado con una perspectiva de una clase obrera global. Esa clase se encuentra aún dividida entre Norte y Sur por los mercados nacionales de trabajo (junto con una división sexista y racista del trabajo dentro de esos mismos mercados) y las cadenas globales de migración, pero la ola global de luchas abre una oportunidad de atacar y abolir dichas fronteras desde abajo.

El capital global fue a China, formando una coalición con un Estado de partido único que trató de sobrevivir y defender su poder. El conflicto surgió, empezando por las Zonas de Economía Especial en la Costa Este de China y ahora continúa por las rutas de la relocalización de capital en el centro y oeste de China. Si se incrementa la presión desde abajo y fuerza al régimen a hacer mayores concesiones –como hace pocos años- y si la crisis global intensifica y arrasa en todo China, las luchas sociales puede que vuelvan a un nivel global, fusionándose con las revueltas sociales de otros lugares, y arruinando los proyectos capitalistas de gestión de la crisis. Las luchas sociales a menudo no incluyen demandas políticas –tanto en China como en el resto de lugares- pero, si forman un movimiento masivo, pueden saturar la red capitalista de explotación y represión, y abrir el camino a un mundo más allá de las relaciones capitalistas. Este proceso puede que ya haya comenzado y, seguramente las luchas en China jugarán un rol esencial en determinar su dirección y resultados.

¡Unámonos!


Notas

1 Muchos de los representantes de la clase capitalista china son (antiguos) miembros del Partido o del Gobierno o sus hijos.

2 Sobre cómo el PC abandonó los conceptos maoístas de lucha de clases en la década de 1980 –siguiendo la tendencia global de “despedida a la clase obrera”- y sustituyéndolo con conceptos weberianos de estratificación, consultar: Pun Ngai / Chris King-Chi Chan, “The Subsumption of Class Discourse in China”, boundary 2. Vol. 35 (2) (Summer 2008): 75-91.

3 El PC introdujo el concepto de una “armoniosa sociedad” (socialista) a principios de 2000, subrayando públicamente su nuevo enfoque no sólo sobre el crecimiento económico, sino también sobre la justicia social. El concepto fue sacado del marco autoritario del confucianismo que el PC había criticado durante las décadas previas por “feudal”.

4 Para una descripción de suzhi como concepto neoliberal –similar a “aprendizaje continuo” y “autogestión”- consultar Yan Hairong, “Rurality and Labor Process Autonomy – The Question of Subsumption in the Wages Labor of Domestic Service”, Cultural Dynamics, Vol. 18 (1) (March 2006): 5-31.

5 Sobre el concepto de la falta de control sobre el tiempo y las consecuentes “crisis de tiempo” tratados desde una perspectiva feminista, consultar Lieu Jieyu, Gender and Work in Urban China. Women workers of the unlucky generation. London/New York (2007).

6 Sobre los ajustes, consultar Beverly Silver, Forces of Labor – Workers’ Movements and Globalization Since 1870, Cambridge (2003).

7 Consultar Pun Ngai/Chris King-Chi Chan, “The making of a new working class: a study of collective actions of migrant workers in South China”, The China Quarterly, 198 (2009): 287-303.

8 Una descripción más detallada de la “izquierda” china supera el alcance de este artículo. Para una discusión sobre la herencia maoísta y la denominada Nueva Izquierda “liberal”, consultar Lance Carter, “A Chinese Alternative? Interpreting the Chinese New Left Politcially”, Insurgent Notes, Issue 1 (June 2010).

 

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