Bujie (Relatos de la Fábrica #4, Julio 2012)
La hora de la comida en esta fábrica es a las 11:50 a.m. Diez minutos antes que otras fábricas de esta pequeña zona industrial. Así que no tenemos que hacer cola cuando llegamos al comedor. Comer no ocupa mucho tiempo. Sobre las 12:10 p.m., unx tras otrx, volvemos al dormitorio.
En total, nuestro dormitorio tiene cuatro literas; es decir, ocho colchones para dormir. Según las reglas de la fábrica, se permite que un máximo de siete trabajadores compartan el cuarto, así que la cama que queda se utiliza para guardar bolsas y maletas. Hay un baño conectado al dormitorio. En el balcón se cuelga la ropa y hay dos llaves de agua. El cuarto tiene dos ventiladores en el techo.
Las camas son bastante firmes, pero las bases no son buenas. Las esquinas de hierro son demasiado débiles y no hay suficientes puntos de soldadura. Cuando alguien se sube a la litera de arriba, la cama tiembla y cruje como un buey bramando. El chico que duerme cabeza con cabeza a mi lado una vez rompió uno de los escalones de la escalera mientras subía. Reaccionó rápidamente, sus manos agarraron la barra de la litera y consiguió no caerse. Después me tocó a mí. Solo unos días después, rompí uno de los escalones.
También intenté sujetarme y no me caí, pero no me agarré donde debía. Mi mano fue a la esquina de hierro soldada y hasta una semana después la herida triangular que se me hizo aún no se había sanado. Me enteré que alguien se había quejado sobre las camas y la empresa mandó repararlas. Pero a pesar de eso tenemos que seguir soportando toda está mierda.
Los dormitorios de la fábrica son gratuitos; el agua y la electricidad están suministrados por la empresa hasta un cierto límite. Así que todxs los y las que trabajan allí tienen donde dormir. Sin embargo, algunas personas alquilan habitaciones fuera, normalmente gente casada; pero, por supuesto, también algunos compañerxs del trabajo que no están casadxs. Por las tardes, no todxs lxs trabajadores están en los dormitorios, pero a la hora de comer mucha gente sube para dormir una siesta. En nuestro dormitorio es así.
Por lo general, la mayoría nos juntamos diez minutos después de la hora de la comida y antes de dormir la siesta. Después de comer, volvemos al dormitorio y nos sentamos en las camas. Algunos cogen sus cajas llenas de colillas de abajo de sus camas y comienzan a fumar. A veces nadie dice ni una palabra. Fumamos en silencio y cuando acabamos, volvemos a nuestra cama a dormir. Otras veces, alguien empieza a discutir y la conversación se calienta, pero sólo el tiempo que se tarda uno en fumarse un cigarro. Cuando hablamos, suele ser sobre horas extras, los salarios, juegos en línea, y también el tema convencional entre los chicos en la fábrica: las mujeres.
El chico que duerme en la cama bajo la mía viene de la provincia Shanxi, y es uno de los encargados de ajustar la tintura. Es bastante alto pero tiene barriga. El equipo de ajustadores de tintura tiene dos trabajadores que trabajan a un lado de nuestro equipo de torno. Solo nos separa un panel de vidrio para que nos podamos ver. Desde que yo entré a trabajar aquí, ellos han tenido mucho tiempo libre y no mucho para hacer. No han trabajado muchas horas extras. Entonces, cuando estamos en el dormitorio, los chicos dicen tener envidia porque otros tenemos trabajo que nos permite hacer horas extras.
Una vez que él comenzó a quejarse de nuevo, el capataz de nuestro equipo de torno encendió un cigarro, le dio un soplo y dijo: “Ahora estamos haciendo sobretiempo todos los días, y sufrimos mucho estar parado a píe allí todo el día. Es muy cansado. No como ustedes, quien incluso tienen sillas para sentarse”. El compañero de la litera de arriba estaba tirado en la cama leyendo un libro en su celular. Dijo: “No podemos trabajar menos horas extras porque si no, no ganaríamos suficiente dinero. Haciendo horas extras no es posible porque es demasiado cansado”. Nuestro capataz suspiró profundamente: “Es muy cansado. Cuando empecé como un aprendiz, no estaba acostumbrado. Estar de pie día tras día provocaba que al final del mes mis piernas y pies estuvieran tan hinchados que no podía ponerme los zapatos.”
Trabajar con el torno es, de hecho, bastante cansado. Después de hacer el trabajo por un par de días, agarré la onda, pero aún no estaba tan cansado y podía ponerme los zapatos. Creemos que el capataz es demasiado flaco, y su cuerpo no es muy robusto. Entonces, cuando comenzó a hacer este tipo de trabajo, quizá no podía ponerse sus zapatos de todos modos. Cuando hay muchas horas extras en la fábrica, el trabajo, es en efecto, cansado. No obstante, me siento bastante relajado porque no hay presión. Eso tiene que ver con la gerencia en la fábrica, pero esa es otra historia.